Tras despedirnos de la temporada grande de festivales, toca volver a las salas de conciertos. Nosotros lo hicimos el pasado 16 de septiembre en la Sala REM con una noche que encabezó Rufus T. Firefly, pero no sin antes escuchar a los grupos finalistas del concurso de bandas de la Sala Revólver, y es que ese era el motivo de la cita: el duelo final del concurso nos traía a la banda de Aranjuez como invitada especial en un evento que formaba parte de la 22ª edición del LemonPop (aunque nada ni nadie en sala parecía recordarlo).
Los primeros en pisar el escenario de la sala fueron The Nawers, que aportaron la nota alternativa entre las propuestas finalistas. Desde el primer acorde notamos que se ajustan a los cánones del rock alternativo más británico, gritando Arctic Monkeys tanto en estilo como en apariencia (a quienes confirman como una influencia notable en su estilo cuando introducen un par de riffs de la banda de Alex Turner a modo de guiños en sus canciones, como si nos hubieran leído la mente). Tiene mérito venir desde Mallorca para tocar media hora en Murcia, de modo que aprovechan bien su tiempo y consiguen sonar contundentes, con un toque grunge pero guitarras suaves. Sin embargo, si bien suenan agradables y compactos, ese sonido de mezcla de grupos alternativos hace que no consigan destacar del todo tampoco a ojos del jurado.
Vera Green son quienes les toman el relevo con un sonido radicalmente diferente al de sus predecesores. Si The Nawers tenían un estilo demasiado fácil de clasificar, con Vera Green nos pasa todo lo contrario: su mezcla de estilos, sonidos e incluso idiomas nos aturde. Sí que es cierto que suenan animados, frescos y originales, pero (y quizá es debido a nuestras preferencias musicales personales, quizá a que no sabemos apreciar como es debido la propuesta) su popurrí de estilos y elementos con base folk no termina de cuajar para nuestros oídos. Sin embargo, hemos de darles la enhorabuena ya que momentos después se proclamarían ganadores del concurso de bandas de la Sala Revólver.
La última de las bandas que se disputaba la final era Cuervos. Tienen un buen sonido desde el primer momento, parecen ser los más curtidos sobre el escenario, al menos se desenvuelven bien y no parece que la situación les imponga el más mínimo nerviosismo. Son enérgicos y se ve desde lejos que viven lo que están tocando. Pese a ello, su rock en español de corte clásico, casi típico, no nos sorprende en especial. Suenan compactos, saben a la perfección lo que están haciendo, pero su similitud con muchos otros grupos del estilo hace que no nos enganche su directo; a ellos, sin embargo, les vale un segundo puesto en la clasificación del concurso.
Por fin, aunque con algo de retraso (más que esperado al ser una noche con tantas bandas circulando por el escenario de la REM), Rufus T. Firefly saltan a las tablas y montan su propio caos de guitarras, pedaleras, tapetes psicodélicos, cinta fosforita, sintetizadores y dragones mascota con la batería en primera línea de batalla: todo listo para desplegar su arsenal al completo. Fuimos tan ingenuos de pensar que, al tocar bajo el rótulo de «artista invitado» y empezar su directo pasada la una, el concierto de los de Aranjuez se nos quedaría en aperitivo y nada más lejos de la realdiad, quedamos más que saciados con la casi quincena de temas que dispararon al público. Hubo tiempo para recrearse en el bosque de su último largo, Magnolia, que interpretaron íntegro, abriendo el concierto con el apoteósico crescendo de Tsukamori y cérrandolo con la directa Río Wolf, que se hizo de rogar pero no falló en su empresa de conseguir que saliéramos de la REM con los oídos aún vibrantes.
Por supuesto, entre los pétalos de la magnolia quedó espacio suficiente para echar la vista atrás y dar el gusto a los fans más longevos de la banda soltanado algunos temas de sus trabajos anteriores que sonaron espectaculares (como la potentísima Pompeya, que casi tira abajo al público y a la sala con cada golpe de caja, por no mencionar el ya himno que es Incendiosuicida, que se nos clavó en el corazón y nos anudó la garganta).
Rufus T. Firefly sonaron impecables y consiguieron sobreponerse a los fallos de sonido y al sueño que nos invadía por culpa de la hora, que no acompañaba a los ricos matices de sus temas. Una batería que tira de todo hacia delante desde el borde del escenario, un cantante que siente cada verso en todo el cuerpo y toca como si cada acorde fuera una descarga eléctrica, un bajo que teje el esqueleto y la base de las canciones, todo rodeado por el diálogo entre guitarras y sintetizadores que envuelve sus canciones y termina de conformar la atmósfera de su concierto, que nos recoge y nos sume de lleno en su red de pequeños pero nítidos y perfectos matices. Rufus T. Firefly fueron recibidos por una sala llena de gente ávida de música que les llenara y les elevara, de modo que salimos de la REM bien entrada la madrugada y llegamos a casa somnolientos flotando en los brazos-pétalos de la magnolia.