«Han convertido mi vida en una mentira y aquí ya no hay quien sienta.»
(Puede resultar deshonesto por mi parte comenzar y terminar con referencias a grupos distintos al principal, mas únicamente pretendo incidir en la transversalidad del asunto a tratar.)
Surgido de la imperiosa necesidad de cuestionar el fenómeno proliferativo de una extrema y manipulada polarización que se asemeja a una hoja de ruta esbozada por aquél ser de bermeja piel. Un disco que esculpe la angustia sintomática procedente de las exigencias lapidarias de un posicionamiento precoz e incesante, pues la celeridad de la novedad así lo requiere. Y parece no existir vía alternativa para abordar esa patología causada por la sobredosis de información acerca de la que versa «Antidote». La atmósfera de bases industriales y sintetizadores a modo de sirenas de alerta acentúan, más si cabe, lo inquietante y confuso que es deambular entre el frágil desorden de la imparcialidad o no pertenencia mientras los bloques se erigen portentosos a ambos flancos, lo frustrante que resulta observar cómo el tiempo acentúa la fractura.
Y es el conflicto con ese sectarismo moralizante dual o bifocal el que queda nítidamente serigrafiado en temas como «Espionage», el juego de trincheras, fusiles en alto, objetivos fijados. Tras el intercambio, yacen uniformes ensangrentados, cadáveres de ideas en estadio blastular que jamás llegaron a germinar, nunca les dieron oportunidad pues hasta el más ingenuo recluta sabía de la letalidad del acero y dicha imposibilidad. El repiqueteo de la semiautomatica al disparar les impedía escuchar, fue esa sordera total, esa arbitraiedad amargamente irracional la que les condenó a una batalla campal de la que ninguno pudo escapar («They will never get out of this trench alive/ with fingers that feel so cut and dry»). Las posibilidades son escasas, el otro es tu rival y no cabe razonamiento más allá, ya sólo queda matar, ayer fue matar por el sujeto al que rezar, hoy es matar por pensar y todo lo que el mañana augura es individualidad. Porque el cambio es constante. El cambio es incesante. Todo es cambiante. Mas, haciendo balance, tristemente no es palpable. Propongo un divertimento, retrocedamos, cojamos perspectiva, y juguemos a discernir si realmente se trata de un cambio evidente o, en esencia, pueril. Puesto que lancé el reto, me pronunciaré primero. Para mí, hemos descarrilado de la trazada original y estamos inmersos en el lodozal de la autocomplacencia supeditada a una exhibición diaria, banal y, a fin de cuentas, residual de compromiso, implicación, concienciación, progreso y, en última instancia, pertenencia. Porque quizá aquello que mostramos como voluntad es simple y llanamente búsqueda de nicho social, el sprint perpetuo por no perder el compás. Quizá, en ocasiones, se prolonga más en el tiempo y se invierte mayor esfuerzo en la recriminación a través de la humillación o vejación que en planteamiento, reflexión o proposición de alguna solución o nuevo protocolo de actuación. Este último «Quizá» se puede obviar. Me resulta ficticio y poco empírico, toda una quimera de alardes de carga neta reducida y de cara a la galería. Fuego cruzado bidireccional sin más, destellos de artificio. De esta forma, uno adquiere licencia y un estatus en este cutre «remake/revival» de sociedad estamental desde el que jactar ante los demás su singularidad y moralidad, por el puro hedonismo y el placer inherente al, coloquialmente, recochineo. De nuevo, sin más. El resto es vacuidad y puede esperar. Sin reparar en que, al mirar su médula, podrá observar aquello que tan apasionadamente repudia y denuncia sacudir sus vísceras. Y, ¿Qué más da? Si el fin es condenar, destrozar al disidente y al dispar, pues ambos bandos se creen poseedores de toda verdad, mientras las vigas se oxidan, se tornan quebradizas aguardando la sacudida final. Será entonces y en ese lugar donde todos, con los ojos abiertos, nos descompondremos. («Wide-eyed/ This is where we descompose/ Through rivers of radiation/ For better or worse we are cursed/ In the ways that we tend to be» – «Descompose»).
Desde la cúpula se insta a alistarte en uno de los bloques en cuestión, con frialdad quirúrgica vomitan sobre tí la responsabilidad de descender a la precaria barricada y colonizar aquél páramo, el cual dificilmente reverdecerá. Eres tú aquél que debe asesinar y abanderar su verborrea grandilocuente, sibilina y enviciada. Para ello, se valen de estrategias de captación que no distan mucho de otras que infunden terror. Fraguando una mezcla explosiva, ejerciendo de alquimistas, de ingredientes hartazgo e inquina hasta obtener la nitroglicerina. A nadie le importa el porqué pero defínete, ya que cualquier otra acción será tachada como ingenua ignorancia o alta traición. Alerta, el fanatismo sin causa impera y nunca saldremos vivos de la trinchera.
Mientras suena «Doubt», me invade una sensación de desazón casi nihilista. Únicamente soy capaz de exhalar un suspiro de agotamiento que se torna en sutil e irónica mueca, la cual se podría asociar a una sonrisa, inmediatamente se desvanece. Se desvanece fruto del sopor, de la extenuación por el conflicto, por la exignecia de posturas que demanda el día a día y te determinan. Por esa conversación en la que diferentes individuos se disponen en semicirculo para cuestionarte acerca de algún nuevo concepto o doctrina reciclada pseudovanguardista de cualquier índole e ideología que hace dos minutos fue exhibida por el noticiario de manera alevosa y homicida. Por esas miradas inquisitivas, expectantes a la respuesta, sus pupilas se mantienen fijas y brillan cual famélico predador mientras humedecen, inconscientemente, el labio inferior a la vez que salivan. Esa sádica mirada retorna a mi mente en incontables veladas y las colmata de pesadumbre, amargura y abatimiento. Pues lo hilarante del asunto es que a aquél que aguarda para embestir raudo como miura no le importa en absoluto conocer mi postura u opinión, simplemente anda a la caza de un SÍ o un NO, que poder verter en el torrente sanguíneo con el fin de aliviar, por el momento, su adicción. Capaz de apreciar tanta tonalidad como la que alberga una ficha de dominó. Lo cual confirma mi teoría, rabioso can. («Falling in and out of line, I don´t understand what everybody´s waiting for/Falling in and out of time/And everything is black or white like a domino/ With doubt, we comply/They ask, we supply/ The cells divide and multiply, they multiply/And we can´t help ourselves.»)
Y, embebido en el fragor de la batalla, el deber de lidiar con tantos frentes como entradas potencialmente polémicas y tendenciosas de Facebook leas, te hace pasar por alto que «las fronteras estallan de hambre pura y eso de robar es un vicio multinacional.»
Inconscientemente este asunto me evoca una canción que de niño solía escuchar, cortesía de mi papá (en esta ocasión sí hay verdadera mención, más adelante no). Cuando era (aún más) un crío, me encontraba batallando a capa y espada contra fraternales y despiadados molinos en hazañas quijotescas con el fin de adjudicarme un lugar, de conocer y hacer valer mi propio paradigma. Ese «destruye, destruye, destruye» era una potente y persuasiva incitación. De un tiempo a esta parte, encontré una nueva interpretación, tan explícita que no merece explicación: «Así es como se crece bien/ Con empujones para no pensar/ Y una bomba bajo la almohada./ Llegar a la escuela/ Escuela de daños./ Buenos maestros/ Para aprender a odiar/ Llegar al ejército/¿Dónde van los tiros?».
Así concluye una referencia bélica que, por momentos, resuena cual epopeya mas para Gila sería pura comedia.
Para terminar de perfilar el desorden reinante en este escrito, aunque la estética enmarañada con hebras oblícuas y salientes tiene su atractivo, me gustaría apelar a aquellas personas que desconfían constantemente de la validez o sapiencia de los miembros más jóvenes de la pirámide. ¿Cómo no? Teniendo en cuenta este tan estimado legado de concordia y ambiente nada crispado que, sin ánimo de lucro y de manera loablemente altruista, nos habéis otorgado. Ustedes, todo bondad. Porque es cierto Padre (como podría haber dicho hermana, amigo, abuela o apreciado desconocido), debería tomarme las cosas más en serio. Debería tomar ejemplo de los magnates del decoro, soberanos de esto, de aquellos que juegan cada día con dinero ajeno pero dedican la mayor parte de su tiempo a elaborar chirigotas biliares sobre biografías y másters. O, en su defecto, reunen de urgencia al comité de expertos con el fin de atribuir novedosos y ásperos descalificativos análogos de golpismo de cara al próximo pleno. Todo ello, recibirá el beneplácito y consiguiente vitoreo del séquito. Siniestras carcajadas de guiñol, semblantes desfigurados y algún esporádico golpeo de pechera más propio de zoomorfos. Y, es verdad, debería tomármelo más en serio. Debería tomar partido como tú, Papá, aunque el recitado lo llevo algo oxidado y la mímesis nunca me ha gustado. Porque adoro contemplar tu seriedad al respecto y el efecto que ese intrascendente esperpento causa en ti, cómo te enciende y espetas contra el chivo expiatorio en cuestión, dependiendo de la pegatina del atril y el emisor. Es así, es lo correcto. Un imberbe zoquete como yo debería tomar ejemplo, tomármelo más en serio y no perder el tiempo. Hasta ese momento, «Disarray».
Pero, de verdad, Papá, ¿Acaso no me reconoces? Soy tu hijo. Crecí contigo, ¿Lo recuerdas? Mamá (tampoco hay referencia física, mera cuestión de dramatismo), hace no tantos años me ofreciste cobijo, eternamente agradecido. Mas no me gusta veros pelear con el vecino, ayer os llevabáis bien. A fin de cuentas, no es un mal tipo. De verdad, Papá, déjalo ya, te lo suplico. Aún con todo ello, yo realmente os quiero, y ese amor no está adscrito ni entiende de nacionalismo o artículo de la Constitución. Siento si os decepciono, siento si no cumplo vuestro designio, pero yo no me alisto.
(«In the mangled masquerade interlude/Holding you up to the test of time/It´s easy to see why everything you´ve ever been told is a lie/Removed from empty rooms»)
Concluiré con una amarga referencia a esos tales Ilegales.
Suerte, 28 de abril, no hay paracaídas.
En definitiva, esto es sólo música y éste un disco icónico que, desgraciadamente, se intuye atemporal. Como digo, es sólo música y los asuntos serios se los cedo a los postentendidos, ellos siempre dan con el comentario preciso. Por todos es sabido que para ello carezco de criterio u opinión, pues yo sólo soy un «infeliz indeciso». (guiño, guiño)